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El mindfulness en el Malbec argentino

Los valores en los que se basan las bodegas argentinas que producen Malbec demuestran que merece la pena respetar tanto la tierra como al consumidor final. Jessica Mason descubre más.

Muchos de nosotros ya sabemos que el Malbec prospera con días soleados y noches frescas y que las fluctuaciones de temperatura y la altitud contribuyen a la calidad de las vides. Pero, ¿hemos pensado alguna vez que Argentina tiene otra carta ganadora en la manga? Pues sí: la atención.

Es un término que engloba la conciencia aguda de los demás y la apreciación de cada momento. Al ser conscientes, tenemos en cuenta el entorno en el que existimos. Para producir un Malbec excelente, es primordial trabajar con la naturaleza y no contra ella.

Describiendo la importancia de esto, el director técnico del Grupo Avinea, Juan Pablo Murgia, explica cómo muchos bodegueros argentinos han "aprendido a convivir con los ecosistemas naturales y a potenciar la biodiversidad, respetando nuestro entorno y gestionando cuidadosamente recursos como el agua".

De hecho, trabajar en simbiosis con la naturaleza es una de las prioridades de muchos productores de Malbec y cada vez son más los que ven los beneficios.

Un ejemplo es Xumek, un proyecto con sede en el Valle de Zonda que se centra principalmente en cómo interactúan los viñedos con la flora y la fauna autóctonas. El objetivo del fundador de Xumek, Ezequiel Eskenazi, es "obtener calidad, carácter, personalidad e identidad de terruño [todo] en armonía con la naturaleza". Sólo con ver los pasos que han dado, Eskenazi y sus viñedos se adentran en territorio de genios bohemios.

De forma similar, para una variedad de uva que lleva tanto tiempo creciendo en Argentina, la Malbec ha tenido tiempo de adaptarse y ofrecer variedad, inclinándose hacia lo que la naturaleza le exige.

Según Agustín Lanús, enólogo de Agustin Lanús Wines, "el Malbec lleva en Argentina casi 167 años, llegando al país a mediados del siglo XIX [y] "en los años 60 el Malbec era la uva más plantada", pero "perdió frente a la popularidad de la Criolla autóctona en alza", pero luego "a partir de 1990 hubo un resurgimiento".

Este hecho, en sí mismo, parece muy significativo porque significa que el éxito del Malbec se debe tanto a la dedicación del productor a la tierra como a cualquier tendencia de consumo que lo impulse.

En el norte, el enólogo de Vallisto, Pancho Lavaque, insiste en que su propósito es interpretar lo que la tierra y el clima ceden y esto, dice, debe hacerse "de forma honesta".

Nos lo explica: "Hacemos viticultura agroecológica, certificada como ecológica. Nuestras tierras han tenido agricultura durante los últimos 5.000 años. Tenemos viñedos en terrazas agrícolas ancestrales que tienen al menos 2.000 años".

Esto, admite, significa que aprecia mucho el impacto humano en el paisaje y, como consecuencia, le ha llevado a querer honrarlo y respetarlo.

"Estamos aquí por poco tiempo, y nuestra intención es preservar la pureza de este lugar para el presente y el futuro, ayudando a la biodiversidad a mantener su bello equilibrio y sus magníficos paisajes", afirma Lavaque. Vuelve a recordar con este sentimiento que de lo que se trata es de tener ese sentido de conciencia del momento que ocupas y del mundo que te rodea.

La propietaria y presidenta de la Bodega Del Fin Del Mundo, Juliana Del Aguila Eurnekian, está de acuerdo y subraya cómo la gratitud y el respeto van de la mano cuando se trata de la naturaleza y los elementos. Lo admite: "Es gracias a la latitud, a la fuerza de los vientos patagónicos y a la incomparable potencia de la luz solar que podemos elaborar vinos con sentido de identidad".

Ese respeto, que se nota tanto en el lenguaje utilizado como en cualquier otra cosa, es lo que diferencia a la enología argentina de la de muchas otras naciones. Tanto si se traduce en una muestra de humildad por parte de quienes elaboran los vinos como en un respeto inquebrantable por el terruño, es un factor significativo. Como dice Federico Ruiz, embajador de la marca Bodega Urqo, "hacer vino Malbec es mostrar la pureza del suelo", haciendo un guiño una vez más a esa aguda conciencia de los elementos que nos sustentan.

Según Noelia Pérez, subdirectora de hospitalidad, marketing y comunicación vitivinícola de Cheval des Andes, como sector deberíamos intentar mostrar mejor al resto del mundo la enorme diversidad del Malbec, porque la gente sigue pensando que el Malbec es una sola cosa. Ciertamente, puede flexionarse para satisfacer las necesidades de lo que la gente quiere, pero lo más interesante es que puede adaptarse y reflejar el tranquilo potencial de cada lugar y cada productor.

explica: "Tenemos que evitar la imagen un tanto caricaturesca de Argentina = Malbec, y ofrecer una gama más amplia para mostrar todo el potencial de este país con sus "infinitos terruños". Esto consolidaría la presencia de los vinos argentinos en los mercados internacionales, y lo necesitamos".

Desde una perspectiva global, la reputación del Malbec tiene dos caras. Una cara muestra lo prudente que se ha vuelto su mensaje, haciendo saber al mundo que Argentina ofrece algunos de los mejores Malbec disponibles. Pero por otro lado, tenemos que reflejar que el Malbec no es sólo una cosa. En todo caso, es un espejo de las personalidades que lo cultivan. Desde una perspectiva vitícola, metafóricamente es camaleónico, lo que lo hace muy honesto.

Del Aguila Eurnekian se hace eco de ello y señala cómo "el Malbec encuentra un sentido diferente de lugar a medida que cambia la geografía de la región vinícola, por lo que hay muchas interpretaciones de la variedad que son de gran interés". En este sentido, predice que "a medida que los consumidores adquieren más conocimientos y se vuelven más expertos en vino, son capaces de diferenciar las distintas regiones y terruños", lo que a su vez hace que sus apreciadores sean más conscientes.

Lanús señala cómo, a la hora de considerar el Malbec argentino, los elementos que impulsan las cosas se basan en gran medida en la dedicación de la gente a aprender más sobre él, sin dejar de considerar y apreciar cada elemento que impulsa la progresión. El conocimiento es importante en todos los aspectos de la vida humana. Comprender y apreciar lo que ofrece el Malbec no es la excepción".

Este enfoque reflexivo, que se centra en aprender más constantemente y en encontrar formas de superarse a uno mismo, también tiene algo de mindful. Una perspectiva que sólo se obtiene trabajando y esforzándose por ser la mejor versión posible de uno mismo. Observa: "Esta hambre de conocimiento deriva también en nuevos esfuerzos de la industria por encontrar métodos, ya sea en los viñedos y suelos o en las bodegas y procesos que buscan encontrar y desarrollar el Malbec a estándares más altos."

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